Cuando nuestro cerebro evalúa que es posible que exista un peligro para nosotros/as sentimos miedo 😱😱😱. Entonces rápidamente nos manda esa información a nuestro foco 🔎, así como una “sensación” un poquito desagradable para que le prestemos atención.
Sin embargo, no todas las señales que procesa nuestro cerebro de esta forma son realmente amenazas. De hecho, la gran mayoría son falsas alarmas 😎. Según mi propia experiencia, aproximadamente el 80% de lo que temo nunca sucede 😃😃😃, el 15% sucede pero tiene consecuencias poco importantes, un 4,9% suele ser algo relevante de lo que ocuparse, pero que con tiempo y esfuerzo 💪💪💪 se puede solucionar y menos del 0,1% es algo realmente grave.
Evolutivamente, el motivo de que esto sea así es porque si hubiera un león 🦁 delante de nosotros es mejor que nos demos cuenta y sintamos miedo para hacer algo muy rápido. Si oímos un ruido raro es mejor que primero sintamos miedo y después valoremos si es un tigre 🐱o solo era una rama que se partió en el bosque. Se activa el Modo Supervivencia 😲: primero prevenir y luego pensar.
Este primer procesamiento del miedo lo realizan áreas del cerebro 🧠más antiguas que compartimos con otras especies y que son muy rápidas. Pero también disponemos de otras áreas más modernas que nos permiten pensar y analizar 👀 las cosas con mayor perspectiva y potencia 👌. Por eso es muy importante NO creernos que solo porque algo nos de miedo sea peligroso de verdad ✅. Conviene que nos paremos a examinar el grado de probabilidad de ese peligro, su grado de gravedad, si es un miedo que proviene de la opinión de otras personas, o si es un miedo real que nos conviene afrontar.
Cuando sentimos miedo nuestra intuición también nos puede ayudar, ya que nuestra brújula interior nos dirá si el miedo está conectado o es solo un 👻 fantasma.
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